PATRIMONIO URBANO COMO SALVAPANTALLAS: LA HABITABILIDAD PRECARIA QUE ESCONDEN LAS FACHADAS HISTÓRICAS DE SANTIAGO
Francisco San Martín Ide.
Arquitecto UCH, Master en Planeamiento Urbano y Territorial de la Universidad Politécnica de Madrid, Magíster (c) en Intervención del Patrimonio Arquitectónico UCH. Presidente del Comité de Patrimonio Arquitectónico y Ambiental del Colegio de Arquitectos de Chile (2021-2022).
*Columna publicada originalmente en invi.uchilefau.cl el 18/05/2018
Por las calles de las áreas centrales de Santiago se perciben cuestiones singulares, que probablemente despiertan el interés de los observadores. A primera vista uno nota la modesta, pero interesante arquitectura histórica, en la que se intercalan edificios de finales del siglo XIX, principios y mediados del siglo XX. Fachadas neoclásicas, historicistas y modernas configuran la morfología del paisaje urbano de los barrios centrales, y en la calzada, alguna huella de tranvía o de adoquín se deja ver de manera tímida, revelando su historia y despertando imaginarios. Ahora, si el observador es perspicaz, podrá notar algunas señales que hablan de los modos de vida en dichos barrios: edificaciones en mal estado; varios metros lineales de ropa entre ventanas secándose al sol; algunas puertas y ventanas selladas con ladrillos, retazos de madera o plásticos. Un contraste que va más allá de particularidades estéticas y que alerta sobre una contradicción.
Detrás de aquel patrimonio arquitectónico tan admirado, de históricos paisajes urbanos y de monumentales edificios, pervive una invisible situación social de tugurización y hacinamiento. Gran cantidad de barrios centrales se han transformado en bolsones de pobreza, donde las condiciones de sus habitantes son precarias. Innegable es, por lo tanto, la situación contradictoria del asunto: por un lado, el patrimonio representando los valores de una herencia cultural que se quiere –y requiere- preservar; por otro lado, una grave situación de vulnerabilidad social y habitabilidad.
Si la problemática parece importante con lo descrito anteriormente, pongamos atención al principal grupo social que está sometido a esto: los colectivos migrantes latinoamericanos. Sin duda esto añade un elemento complejo a la ecuación, toda vez que la componente cultural y legal cobra relevancia. Los migrantes son prácticamente invisibles –o más bien invisibilizados- en las políticas, emergen conflictos de convivencia cultural y aparecen los abusos y la explotación. En consecuencia, si el patrimonio urbano está funcionando como encandilamiento que impide ver con claridad la problemática social que subyace en las áreas centrales de la ciudad, el hecho que el sujeto en cuestión sea migrante, ciega aún más.
Estos procesos urbano-sociales de Santiago ponen en tensión una serie de fenómenos, que funcionan correctamente de manera cerrada y aséptica, pero que arrojados a la realidad, establecen disputas, contradicciones y rupturas. Se debe reconocer que la situación expresada resulta un tanto resbaladiza para observarla desde todas sus variables, sin embargo hay que apuntar a abrir espacios para nuevos enfoques de exploración. Es de especial interés poner en tensión la riqueza histórico-cultural que puede alojarse en el centro de Santiago y la pobreza socio-económica de la población residente.
Dicho lo anterior, debe plantearse el fenómeno de la habitabilidad precaria de los colectivos migrantes, adicionando en la ecuación los factores de centralidad y de patrimonio histórico. Comprender en qué marco opera y qué alcances tiene, es fundamental para proponer un nuevo enfoque del conflicto. Por otro lado, si lo asumimos como un problema sustantivo, parece urgente preguntarse cuál es el interés real por parte del Estado y/o del Mercado por mejorar las condiciones de habitabilidad de los migrantes, entendiendo su condición de vulnerabilidad social, pero también asumiendo la dificultad de ser objeto de política pública, considerando las condiciones jurídico-legales.
Es necesario por tanto establecer tres aspectos esenciales que caracterizan el fenómeno. El primero de ellos es comprender el centro histórico con sus valores simbólicos y culturales, pero también por su condición de centralidad, en tanto espacio de posibilidades –y libertades-, integrado y no dominado. El segundo es aceptar que el centro es centro en cuanto exista periferia, aseveración que cobra relevancia al comprender la oposición de modos de construir ciudad: el centro como oposición al orden suburbial. Finalmente el tercer aspecto es cuestionar discursos tradicionales de la habitabilidad básica y de la autoproducción de vivienda: aquí nos referimos a una “vivienda regresiva” y no progresiva, distinción fundamental para no caer en lugares comunes respecto a la evolución ideal(izada) de estos procesos. La infraestructura física, otrora de gran calidad, empeora con el paso del tiempo, el régimen de los habitantes pasa desde los propietarios al subarriendo de habitaciones, y los habitantes, en un comienzo sujetos con derechos, ahora son sujetos sin derechos.
Al parecer no hay segundas opiniones respecto al beneficio que supondría para la ciudad la recuperación del centro, pero la pregunta es para quién y cómo. La recuperación popular del centro histórico, es una alternativa plausible para la redistribución de desigualdades de una ciudad tremendamente segregada. Asimismo, el patrimonio debe ampliarse desde su visión tradicional y estática, y asumirlo como un catalizador de dinámicas virtuosas en la ciudad. Es primordial por tanto superar la contradicción entre la vulnerabilidad social y patrimonio histórico, y deben comprenderse en una relación dialéctica que seguramente dará pistas para avanzar hacia una solución que apunte a la justicia urbana.